Los seres humanos tienen una relación íntima con la electricidad, hasta el punto de que es prácticamente imposible separar tu vida de ella. Por supuesto, puedes huir del mundo de las líneas eléctricas entrecruzadas y vivir tu vida completamente fuera de la red, pero incluso en los rincones más solitarios del mundo, la electricidad existe. Si no está iluminando las nubes de tormenta en lo alto o crepitando en una chispa estática en la punta de tus dedos, entonces se está moviendo a través del sistema nervioso humano, animando la voluntad del cerebro en cada floritura, respiración y latido del corazón irreflexivo.
Cuando la misma fuerza misteriosa energiza el toque de un ser querido, un rayo y una parrilla George Foreman, se produce una curiosa dualidad: Un segundo damos por sentada la electricidad y al siguiente nos quedamos boquiabiertos ante su poder. Han pasado más de dos siglos y medio desde que Benjamín Franklin y otros demostraron que el rayo era una forma de electricidad, pero sigue siendo difícil no estremecerse cuando un destello especialmente violento ilumina el horizonte. Por otro lado, nadie se pone poético con un cargador de móvil.
La electricidad alimenta nuestro mundo y nuestro cuerpo. Aprovechar su energía es tanto el dominio de la hechicería imaginaria como de la vida cotidiana: desde el Emperador Palpatine brindando por Luke Skywalker hasta el simple acto de expulsar el disco de “Star Wars” de tu PC. A pesar de estar familiarizados con sus efectos, mucha gente no entiende exactamente qué es la electricidad, una forma de energía omnipresente que resulta del movimiento de partículas cargadas, como los electrones. Cuando se le planteó la pregunta, incluso el aclamado inventor Thomas Edison se limitó a definirla como “un modo de movimiento” y “un sistema de vibraciones”.
En este artículo, intentaremos dar una respuesta menos escurridiza. Ilustraremos lo que es la electricidad, de dónde viene y cómo el ser humano la somete a su voluntad.
En nuestra primera parada, viajaremos a Grecia, donde los antiguos inquisitivos se preguntaban por el mismo fenómeno que te hace vibrar cuando tocas un objeto metálico después de arrastrar los pies por la alfombra en un día frío y seco.